https://www.festivaldecinecali.gov.co/programacion-2019
Un noticiero cubano de 1960 (el número 49) muestra a un grupo de seguidores triunfales
de la revolución en el techo de las antiguas oficinas de la Warner Brothers y United
Artists en Cuba mientras destrozan los carteles de estas distribuidoras hollywoodenses
con mazas. Sobre las imágenes de las letras iluminadas gigantes que caen una a una, en
orden inverso (R-E-N-R-A-W, la última requiriendo tres golpes), un narrador invisible
entona con soberbia y sin la euforia aparente de los seguidores: “Durante largos años, los filmes norteamericanos envenenaron las pantallas de los cines cubanos, haciendo la
apología del imperialismo y predicando la violencia y el crimen. ... Ahora podremos ver las películas revolucionarias de todos los países del mundo.” Mediante esta y otras expropiaciones, el nuevo gobierno cubano incautó también infinitos rollos de películas comerciales que más tarde serían fragmentadas y reutilizadas en muchas producciones del ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos). La reutilización del metraje de Hollywood (como de fragmentos de otros cines nacionales, incluido el suyo propio) en el cine cubano posterior a la revolución resuena con una tradición importante de apropiación y reciclaje dentro de la historia de la vanguardia latinoamericana. En Manifesto Antropófago, la histórica provocación de 1928 compuesta por Oswald de Andrade, el poeta y dramaturgo polémico exigió la captura y la ingesta: “Solo me interesa lo que no es mío. Ley del hombre. Ley del antropófago.” La práctica del cine experimental mediante la apropiación de fragmentos de películas preexistentes sugiere las funciones caníbales arquetípicas no solo como paradigma de una práctica cinematográfica crítica, sino también como una estrategia mayor de descolonización y como un modelo contundente para la producción cultural latinoamericana.